Ramanujan

Quisiera empezar con este artículo una serie que ayude a conocer a grandes matemáticos, no muy conocidos en el ámbito escolar pero sí muy importantes en la historia de las matemáticas; todos hemos oído hablar de Arquímedes, Euclides, Descartes, Gauss, Newton, Leibniz, etc. Pero hay algunos de los que nunca oímos hablar y que fueron auténticos genios, muchos de ellos fallecidos prematuramente, y de los cuales os quiero hablar.
El primero en mi lista es un matemático indio, autodidacta, que a lo largo de su vida tuvo una base mínima en lo que se refiere al rigor de las matemáticas en sus demostraciones, pero con una intuición con la que hizo contribuciones maravillosas al mundo de las matemáticas. Su nombre es Srinivasa RAMANUJAN.

Aunque de familia pobre, pertenecía a una casta “superior” en la India, lo cual era incompatible con la realización de actividades vulgares como la limpieza de los baños, por ejemplo. Asistió de pequeño a la escuela pública donde solo podían ir miembros de su casta y un día encontró un libro de matemáticas que empezó a leer con avidez y desde entonces estuvo ligado a ellas durante el resto de su vida. A los 11 años obtuvo una beca que le permitiría estudiar. Estudiando por su cuenta fue aumentando su nivel de tal forma que sus profesores no entendían nada de lo que escribía; a los 16 años se presentó a los exámenes para el acceso a la universidad pero ocurrió que solo contestaba bien a los problemas de matemáticas y nada del resto por lo que fue suspendido, perdió la beca y cayó en la miseria.
Como era costumbre en aquella época para personas de su casta, un hombre no tenía que preocuparse de encontrar esposa, esa labor recaía en la familia, y fue su madre la que cuando tenía 22 años buscó la “esposa perfecta”, una niña de 9 años, con la que contrajo matrimonio y ello le obligó a buscarse un trabajo como oficinista en el puerto; allí conoció a un mecenas que le ayudó económicamente para que se dedicase en exclusiva a las matemáticas durante algún tiempo, pero esta situación no le convencía del todo.
Por fin entró en la universidad y le ocurrió lo que le venía sucediendo desde su adolescencia, y era que ninguno de sus profesores, los mejores matamáticos de la India, eran capaces de entender lo que escribía, por lo que decidieron escribir a Europa, a matemáticos más o menos famosos; todas estas cartas no tuvieron contestación. Hubo una carta, que con el tiempo se haría famosa , que escribió a 3 matemáticos insignes del Reino Unido, donde más o menos decía:
“Si en lo que usted lea hay alguna cosa de valor, le agradecería que me lo dijera ya que me gustaría publicar mis teoremas pues soy muy pobre… quedo a su disposición”.

De los matemáticos que la recibió uno era Hardy, que sería en aquellos momentos como el Nadal matemático, que al igual que los otros estuvo a punto de tirar aquella carta a la papelera, pero esa misma noche tenía una reunión con un discípulo, Littlewood, que también sería un ilustre matemático y decidió enseñarle aquella carta, que iba acompañada de 120 resultados, eso sí, sin demostración; de modo que entre los dos se pusieron a intentar demostrar aquello teoremas, y horas después ambos se dieron cuenta que estaban ante un genio de primer orden. Hardy dijo de aquellos enunciados que por fuerza deberían de ser ciertos pues no imaginaba a nadie con tanta imaginación para formularlos y que fueran falsos.

La Sociedad matemática de Inglaterra, a través de Hardy , le invitan a ir a Cambridge, donde le asignan un sueldo que le permita vivir y mantener a su familia en la India; desde entonces empezaron a trabajar juntos obteniendo numerosos resultados positivos; pero lo que nunca consiguió Hardy de Ramanujan es que trabajase como un matemático al uso, respetando los procedimientos en las demostraciones; él se guiaba de su imaginación y su intuición.

Ramanujan sostenía que todo lo que salía de su cabeza era obra de una diosa, que se las enseñaba mientras soñaba y al levantarse él las plasmaba en un papel.
Ramanujan había tenido problemas de salud en su juventud en la India, y éstos se agravaron con el clima de las islas, al que nunca se acostumbró; además era vegetariano, y mucho de los alimentos que él tomaba le eran difícil de encontrar en plena Primera Guerra Mundial.

Como anécdota os contaré que estando en el hospital Hardy acudió a verle y para entretenerle le dijo: he venido en un taxi cuya matrícula es 1729, un número nada bello, pero Ramanujan le contestó, nada de eso, es el menor número que puede expresarse de dos formas diferentes como la suma de dos cubos: 13 + 123 y 93 + 103.

Enfermó de tuberculosis y volvió a la India, donde murió en 1920 a los 32 años.
Dejó un gran legado de resultados matemáticos , recogidos en los conocidos Cuadernos de Ramanujan. Como homenaje, se hizo una película, que os recomiendo : EL HOMBRE QUE CONOCÍA EL INFINITO.

(Click en el cartel para acceder a la película en Youtube)